Semifinal Libertadores 1962

En 1962 la Copa Libertadores era un campeonato joven, pero no menos importante y, en su primera participación, la Universidad […]

En 1962 la Copa Libertadores era un campeonato joven, pero no menos importante y, en su primera participación, la Universidad Católica llegó a semifinales, donde terminó cayendo ante el Santos de Pelé por 2-1 en el global. 

Los últimos han sido años difíciles en el plano internacional para la UC, pero a veces es bueno refrescar la memoria. Por eso hoy en Frecuencia Cruzada traemos la crónica de Antonio Vera para la revista Estadio de la semifinal de ida ante los brasileños. 

LE HIZO HONOR AL TITULO 

Universidad Católica se condujo ante Santos con la capacidad y la dignidad propias de un campeón.

Había temor por la suerte del campeón chileno en su confrontación con Santos, su congénere de Brasil, por la Copa de los Libertadores de América. Universidad Católica no estaba bien. Lo decían sus pocos partidos de preparación. No contaba tampoco con su plantel completo. A Tobar lo adquirieron justamente para reforzar el cuadro en esta competencia y el ex porteño se lesionó en un entrenamiento. Triguilli padece de una hepatitis, Mario Soto fue suspendido a raíz del encuentro con Emelec en Guayaquil. Panorama, pues, poco favorable para el campeón nuestro. Santos, con Pelé y Coutinho, es un equipo excepcional. Sin ellos, es un buen cuadro. Le falta la genialidad que lo hace extraordinario, pero mantiene su nivel de excelente equipo. Y los brasileños venían en plena forma, luego de jugar el Cuadrangular de París.

Compromiso, pues, al parecer, por encima de las posibilidades de Universidad Católica, de todas maneras. Sin embargo, el cuadro local superó sus propias debilidades ocasionales con dos armas muy valiosas: aplicación táctica y ese proverbial amor propio, esa mística que fue la base de su encumbramiento al título de 1961.

Tenemos una idea personal sobre el exacto valor del campeón chileno como fuerza futbolística. (…) Sin embargo, asimilado a una buena estructura de equipo, suplen perfectamente sus deficiencias. Así lo hicieron frente a Santos. Aunque puede ser peligroso jugar al offside, suele ser una disposición eficaz. (…) Lo que hizo, aunque riesgoso, lo hizo bien la Católica, retrocediendo muy compacta, muy sincronizada para cerrar el área. Hombres de vastos recursos como las punteros Tite y Pepe, como Dorval y Pagao, no encontraron camino franco, no pudieron penetrar, no supieron resolver el problema de una defensa táctica por excelencia que les jugó con rapidez, con intuición, con admirable sentido de ubicación y sobre todo con una encomiable resolución.

Desde los primeros minutos se tuvo la sensación de que Santos tendría que hacer algo más si pretendía llevarse el triunfo. Pero la verdad es que no lo hizo. Los brasileños, en general, se están quedando demasiado apegados a su sistema, a las líneas elementales y clásicas de él. No van más allá sus variaciones que al avance de Zito —lo hizo decididamente sólo al comenzar el segundo tiempo— y de los defensas laterales; Lima destacó en este sentido e hizo el gol en una de sus incursiones al ataque. No salió sino muy aisladamente de su nomenclatura, de su médula, el team visitante, aunque era evidente que ella no le bastaría para adjudicarse el match. Y quizás debió hasta perderlo.

Porque Universidad Católica tuvo un contrataque chispeante, rápido, al que le faltaron dos elementos esenciales: que Nackwacki levantara la cabeza para observar el panorama que había al frente y a sus costados y procediera según él, y que Orlando Ramírez tuviera mejor sentido de finalización de las jugadas. Es cierto que los dos arietes quedaron demasiado entregados a sus recursos individuales, pero consiguieron sobrepasar a Mauro y a Calvet por el centro con frecuencia, fracasando en la puntada de término. Viéndose más equipo Santos, porque se apreciaba la superior calidad de sus valores, fue el conjunto de casa el que tuvo las oportunidades más claras para mover el marcador en el primer tiempo. Gilmar estuvo notable en dos intervenciones y de nada habría valido su pericia en aquella otra cuando Pesce desvió en la boca del arco desguarnecido. En ese período, Santos se hizo presente sólo hasta fuera del área del local y el requerimiento más difícil para Behrends fue de Zito, con lanzamiento de distancia, propicio para el lucimiento del guardavallas. El sin goles de la primera etapa resultó muy favorable para Santos.

Al reiniciarse el juego, nos pareció que entraba a influir el despliegue de energías, de movilidad, de atención permanente de que había hecho gala Universidad Católica. Se sabía de su preparación incompleta y el trajín de los primeros 45 minutos había sido intenso. Pues bien, el comienzo del segundo tiempo acusó ese desgaste. Porque Santos hundió el acelerador a fondo. La «llave» de Zito y Mengalvio resultó más ofensiva; el volante forzó el juego y acudió con presteza a participar en las acciones que, llevadas generalmente por los defensas laterales y los punteros, iban a terminar en el área de la Católica. La superioridad de número, sin embargo, no descontroló a la defensa de ésta; mantuvo su buena distribución, su buen pie y resistió sin atolondramientos ni amontonamientos el asedio. 

A los 14 minutos sobrevino esa jugada tan afortunada del zaguero Lima, que le dio a Santos la ventaja. Ya había incursionado, como para estar más atentos con él. En esta ocasión remató cruzado, pero desde mucha distancia como para eximir de culpa a Behrends por el buen éxito que tuvo. Nos pareció que no obstante la perfección del golpe a la pelota, su trayectoria no debía mover a engaño al arquero, pero he ahí que Behrends, al parecer quiso manotear el balón, no con siguiéndolo. Ya hemos dicho que Santos, como la mayoría de los equipos brasileños, se está poniendo calculador y económico. No forzó más el tren de juego; volvió a su ensamblamiento un poco frío. Y sobre él, fue edificando el campeón chileno una vigorosa reacción, que tuvo tres impulsores fundamentales: Fouillioux, desde su puesto de nexo; Ibáñez, como su más acertado colaborador, y Ramírez, como el más incisivo. A los 29 minutos prosperó esta disposición del local con el tanto de empate, conseguido en vistoso cabezazo de Nackwacki.

En esos instantes volvió a ser Universidad Católica el que tenía las mejores probabilidades de adjudicarse el match. Y hasta lo tuvo en los pies de Fouillioux, en una de las mejores jugadas, arranque de Fernando Ibáñez por la izquierda, con centro que manoteó Gilmar en ágil salto; recogió el balón Ramírez y cuando todos esperaban su tiro, hizo un excelente pase para Fouillioux, que entraba a la carrera. Posiblemente por el pésimo estado del terreno, no consiguió el internacional chileno hacer buen pie para golpear ese balón y se le fue afuera. Fue una excelente oportunidad. La última que tuvo Universidad Católica. 

Empatar, no aclaraba en absoluto su panorama en la Copa. Si vence Santos en Sao Paulo, será el clasificado para la final. Y nos pareció que las huestes caseras quedaban muy satisfechas con ese 1 a 1, que puede no servirles de nada, como no sea para registrar un muy buen resultado en su récord. 

(…) Grato partido, sorprendente en muchos aspectos, desde luego, en el rendimiento del equipo local. Espectacular en muchos pasajes, a lo que contribuyó el propio estado del campo.

Recatada de: memoriachilena.gob.cl 

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