Campeones 1997
Los ’90 fueron una época especial. Muchos dicen que son los años dorados del fútbol chileno. En el caso de Universidad Católica la sensación se podría describir como agridulce, pasaron jugadorazos, se hicieron buenas campañas a nivel internacional —se llegó a nuestra única final de Libertadores —, sin embargo, los títulos no abundaron.
Diez años no son nada
La campaña de 1987 ha sido la mejor de la historia para Los Cruzados. Sin embargo, de ahí en más los títulos, por lo menos del Campeonato Nacional, dejaron de llegar por mucho tiempo. Algunas Copas Chile, una final de Libertadores y la Interamericana fueron los hitos deportivos más importantes en esos diez años. También estuvo la dolorosa muerte de Raimundo Tupper en 1995. El momento más triste de los 93 años de existencia del CDUC.
Grandes jugadores pasaron por el club sin poder ser campeones. Charly Vázquez, Pipo Gorosito, Juan Carlos Almada, Gerardo Reinoso y muchos otros. La UC era descrita como un club señorial, bien organizado, con objetivos claros, solo faltaba ese toque final. Hace tan solo algunas décadas habían pasado 18 años sin títulos y se sentía miedo a repetir ese tiempo. Pero, finalmente, se pudo.
Goles al por mayor: La nueva dupla
Alberto Federico Acosta fue presentado en Santa Rosa de Las Condes a principios de 1994, llegaba con el cartel de goleador e ídolo que había dejado en San Lorenzo de Almagro. Aquella estadía fue de dos años y el Beto tuvo la impresionante cifra de 64 goles en 63 partidos. En 1996 partió a Japón, mal no le fue, pero el bichito picaba. En enero del ’97 anunció el regreso.
David Carlos Nazareno Bisconti jugó como volante ofensivo durante casi toda su carrera. Así fue en Rosario Central, donde debutó en 1988 y se mantuvo hasta 1993, año en que comenzaría su aventura en Asia, allí se encontraría con el Beto, que le habló de lo espectacular que Universidad Católica. Por eso cuando los dirigentes lo llamaron no dudó ni un segundo. Al llegar a Chile, el técnico Fernando Carvallo le propuso jugar como delantero, ya que su esquema contemplaba dos puntas.
El “Nazareno del Gol” fue, para sorpresa de muchos, el goleador del equipo en aquel torneo con 15 tantos, seguido de Acosta que marcó 10. Por lo que 25 de los 39 goles de la UC los marcarían estas bestias del área.
¡Qué nivel! Goleadas de arranque
El inicio sería prometedor. En la primera fecha se goleó por 3-0 a Palestino, con doblete de Bisconti y uno del Beto. La producción amplia se repetiría en las siguientes jornadas, al vencer por 4-1 a Huachipato en el sur y por 4-0 a Unión Española en San Carlos. Inscribiendo candidatura desde el principio. Otro marcador abultado se daría en el noveno partido, cuando el equipo arrasó con Deportes Concepción al vencerlo por 7-2. Tarde en que el Beto se anotaría con un póker.
La entrega no faltó
No todo fue sencillo. En más de una ocasión el equipo se vería complicado por los rivales. Pero cuando hubo que sacar la garra y poner el corazón se hizo. Ante Deportes Antofagasta en la séptima fecha se ganó agónicamente, con gol de Patricio Galaz al minuto 85’ se lograrían los tres puntos, fue dos a uno.
Contra Audax Italiano se caía hasta el 78’, minuto en que aparecería Alberto Acosta para poner la paridad y abrochar un punto importante. Historia parecida a la vivida en Valparaíso, cuando se entraba en la recta final del campeonato conseguir unidades era vital y ante Santiago Wanderers como visita siempre es difícil. Recién al 73’ consiguió Ricardo Lunari poner la igualdad, sin embargo, a los 80’ Jorge Contreras, un viejo conocido, pondría en ventaja al Decano. Finalmente a cinco minutos del término David Bisconti lograría el empate definitivo.
Pero, sin duda alguna, el partido más complejo se daría en la jornada número trece, en la barrosa cancha de Puerto Montt. Los Cruzados perdían por 2-0 a los veinte minutos y parecía que a dos partidos del cierre la ilusión nuevamente se esfumaba. No obstante, antes de finalizar la primera mitad David Nazareno Bisconti pondría el descuento y la esperanza de una remontada en el complemento nacía. Tardó en llegar, pero a falta de diez para el cierre Aníbal González pondría el 2-2. Allí aparecieron los referentes, porque, cuando el partido ya expiraba, Andrés Romero con un cabezazo imposible para el portero pondría el definitivo tres a dos. Triunfo de oro.
Finalmente, jugar en Calama nunca es fácil. La ciudad del norte suele ser una caldera y la gente lo hace saber. Cobreloa sabía usar muy bien ese aspecto, sumado a la altura, se transformaba en el viaje menos esperado del año. Y a Católica le tocaba en la última fecha. Se sacaron las fuerzas y fue triunfo por la mínima. Al final aguantando, se consiguieron los tres puntos.
Clásico para sacarse las balas
Jugar ante Universidad de Chile siempre es especial, sobre todo en 1997, ya que aún estaba viva la herida de los torneos del ’94 y ’95. Era la ocasión ideal para sacudirse las balas y, de paso, sacar al clásico rival de la lucha por el título. Se jugó en la jornada 14 y en un escenario extraño, el Estadio Monumental.
Nada de eso impidió que fuera triunfo y con gol del eterno Alberto Federico Acosta, quien tras un rebote en el vertical batió al siempre difícil Sergio Vargas y despidió a los azules de la pelea por el campeonato. Finalmente la U quedó en la tercera posición, siete puntos debajo de la franja.
Noche de campeones
El 10 de julio es un día que está en la retina de todos los hinchas de Universidad Católica. Diez años no son nada. Ese día el Estadio Nacional era totalmente cruzado. Dos días antes se había jugado la ida en Macul y fue triunfo por la mínima para Colo-Colo, pero ni eso quitó el convencimiento.
El plantel sabía que esa era su noche y se notó de arranque, cuando a los dos minutos de iniciada la final el Beto se elevó más que todos y venció al Rambo Ramírez con un certero cabezazo. De ahí en más fue fiesta. A Caté, la figura de la final, no lo paraba nadie. Tras centro del brasileño, Bisconti anotó el segundo a los 23’. Y, luego de una gran corrida del mismo lateral, marcaría el 3-0 definitivo el gran Ricardo Gabriel Lunari a nueve del final. Siendo expulsado en la celebración, para ir a dar la vuelta olímpica tras ver la roja.
La fiesta fue eterna. En Santa Rosa esperaban miles de hinchas para festejar junto a sus ídolos. Al otro día el Beto junto a David caminaron tres horas desde Lo Barnechea hasta la Virgen del Cerro San Cristóbal. Era la séptima estrella. Esa que tanto tardó en llegar, pero que se disfrutó más que ninguna.