Historia Cruzada

[Crónica] Charro Moreno

Lo Imposible: El Charro Cruzado

José Manuel Moreno, estrella de calibre planetaria e ídolo de River Plate, llegó a Universidad Católica a sus 33 años, en plena forma física y en un gran momento de su carrera. Lo que hoy sería, francamente, imposible. Por lo mismo les traemos una crónica de la época, escrita por Antonino Vera -bajo el seudónimo de MEGAFONO- para la edición de la revista Estadio del 19 de febrero de 1949, cuando el “Charro” se describió así mismo. 

Entre Charla y Charla*

La gente idealiza a los cracks. Los ve como quisiera que fuesen. Muchachos sencillos y afables que escuchan a todo el mundo, que firman sonrientes cientos de autógrafos. Pero a veces el crack no es así. Entre sorbo y sorbo de “borgoña” conversamos de esto con José M. Moreno, quien responde, digámoslo de inmediato, a ese tipo perfecto ejemplar que idealizó en hincha. 

“No basta con llegar a crack”, dijo el astro argentino: “Lo importante es saber serlo”. El que llegó a primera figura, tiene más obligaciones que derechos. “Los chicos tratan de imitar en todo a sus favoritos, y entonces hay que brindarles un buen modelo”. Ahora que, por otra parte, es conveniencia propia ser cortés con todo el mundo. 

Sin proponérselo, José M. Moreno estaba haciendo una especie de autorretrato, porque pocos habrá que sepan llevar con más dignidad ese calificativo de “crack”. El cultivo de esas virtudes que, a juicio de Moreno, forman la personalidad del “as”, hizo posible este comentario. Bastó estar presente en la rueda de todos los días, donde centro era siempre el famoso jugador. Las preguntas no se las hizo el cronista. Se las hicieron todos. Los que antes de llegar Moreno a Chile lo conocían sólo por haberlo visto jugar.

Muchas cosas ni siquiera fue necesario que se las preguntaran: salían solas, hilando recursos y haciendo observaciones. A los dos días de llegado, los muchachos de la Católica tenían su “pichanga” semanal. Moreno venía preparado. En el fondo de la valija estaba el pantalón de fútbol y los zapatos. Los lleva siempre, “por si acaso”. Ese es el verdadero amor el fútbol, que no pudo matar su condición de profesional. El astro en el fondo es el mismo muchacho que nació en el potrero y vuelve siempre que puede. 

Es en esos partidos sin público, ni duración definida, donde se descubren facetas de su interesante personalidad deportiva. Para él, el fútbol, bajo las condiciones que sean, es algo importante. Lo refleja haciendo las cosas con seriedad. Un muchacho de carácter festivo, que todo lo toma en broma, hacía un pase y se aplaudía a él mismo. Muy simpático. Pero Moreno lo llamó al orden. Muy amistosamente, le dijo: “A la cancha se viene a jugar fútbol, y para que sea un agrado hay que jugarlo bien; tomándolo con seriedad”.

Al margen de esa seriedad, le gastaron una broma. En ese primer “picado” jugaron algunos elementos de divisiones inferiores, un dirigente y algunos socios, en quienes no es difícil apreciar su desvinculación con los ejercicios. Y a Moreno se los presentaron como jugadores titulares. No ha debido ser una muy buena impresión que se formara de sus futuros compañeros de equipo. Pero no lo dejó traslucir. Solo comentó que “los muchachos están un poquito excedido de peso y, además, demoran un poco en jugar la pelota”.

Hizo ala con Andrés Prieto, por ahí, “Chuleta” se excedió en un dribbling. También le cortó la cuerda José Manuel con un “¡Así no, pibe!”. Después, recordó anécdotas. A él también le gustaba “gambetear”. Una vez, en River, se puso a hacer miriñaques con Juan Carlos Iribarren, el veterano zaguero; lo pasaba y lo esperaba. Era una fiesta para el “mocoso” de dieciséis años, hasta que el crack de entonces se enfadó: lo tomó por los hombros y le dio una reprimenda. Y, por esa tarde, Moreno no volvió a driblear sin necesidad. “Pero son cosas que pasan con el tiempo. Al final uno se da cuenta que mientras más rápido corra la pelota, cuesta menos y rinde más. También al adversario hay que respetarlo”. 

Cuando supo que Prieto estaba suspendido por seis fechas, le pregunto “¿Qué mataste a alguno?”, después vino el consejo de la experiencia: “A mi nunca me sacaron de la cancha: supe respetar a todos. Con un solo jugador tuve líos. Con Gambetta, el half uruguayo, que, fuera de la cancha, es un gran muchacho”. 

Seriedad y sobriedad. Dos principios del Moreno de hoy. Alguien le pregunto: ¿Qué es lo que te gusto más en el fútbol?, y Moreno dijo “De chico, gambetear y hacer goles; hoy, hacer lo útil. Pero lo que mayor satisfacción me produjo siempre fue que nadie tenga nada que reprocharme”.

Uno ve a un crack de jerarquía y se le ocurre de inmediato que debe ser un hombre difícil para el entrenador. No ha de ocurrir esta vez: “El que mira de afuera, ve más y siempre tiene algo que aconsejar, aun al más experimentado. Hoy, como cuando empecé en River Plate hace más de quince años, sigo encontrando cosas útiles en la voz del entrenador, por eso lo oigo siempre con mucha atención”.

Alguno le preguntó por sus recuerdos. “Aún al pasar de los años tengo presente una jugada que me hizo Felipe Cherro. Vino una pelota alta; yo esperaba que la bajara con el pecho; al dejarla caer, se la pelearía; pero adivinó mi intención, y le dio un toquecito leve con la cabeza. Me pasó por el lado derecho y se la llevó por el izquierdo. Allí mismo me quede parado. ¡Muchos recuerdos! Esa reaparición en Buenos Aires luego de haber jugado dos años en México. Solo dos veces en mi vida estuve verdaderamente nervioso, cuando debuté en primera, y en un mach internacional en Río de Janeiro, esa tarde vestía nuevamente la casaca de la banda roja. El partido había generado una enorme expectativa. A los tres minutos me encontré solo frente al arquero y disparé con todas mis fuerzas, pero la pelota pasó por el lado del guardavallas y entró a saltitos. Fue angustioso, después hice dos más…”

“Casi todos mis recuerdos están prendidos a River Plate. Allí transcurrió mi vida deportiva. Todas esas cosas no se dejan sin pena. Pero si, por imposiciones irremediables del profesionalismo, debo cambiar de escenario, me alegro de que sea Chile mi destino y tanto mejor venir a la Universidad Católica. Estoy apenas unos días entre los muchachos, y ya advierto mucho del espíritu de River en este club”.

No hubo entrevista con Moreno. No fue necesaria. A los que ayer eran desconocidos y que al día siguiente eran sus amigos les descubrió llanamente todas las facetas de su personalidad. A través de esos trozos de charla de vida común, sin protocolos, fueron brotando los aspectos de la crónica.

*Crónica encontrada en: memoriachilena.gob.cl/

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