Patricio Armando Toledo: El arquero cruzado que llegó a estar entre los mejores del mundo
Universidad Católica visitará a Everton de Viña del Mar por una nueva fecha del Torneo Nacional. En esa historia compartida entre cruzados y ruleteros aparece un nombre inolvidable: Patricio Toledo, uno de los mejores arqueros formados en San Carlos de Apoquindo y un símbolo del fútbol chileno de los años noventa.
De mediocampista a guardameta
Nacido el 14 de julio de 1962, Toledo pasó su infancia en Barrancas (hoy Pudahuel) y luego en Lonquén, donde comenzó a soñar con el fútbol. A los 17 años se probó en las divisiones inferiores de Universidad Católica, pero lo hizo como volante ofensivo. No convencido con su rendimiento en esa posición, decidió probar suerte bajo los tres palos. La improvisación le cambió la vida: fue aceptado y se transformó en arquero de la UC.
Desde entonces comenzó una etapa formativa decisiva. Participó en torneos juveniles nacionales e internacionales, y representó al club en giras por Francia e Italia. Esos primeros años le dieron el oficio y la seguridad que más tarde lo convertirían en una muralla.
Ídolo y multicampeón en la UC
Toledo debutó en el profesionalismo en 1983 y pronto se consolidó como titular. Su estilo combinaba reflejos felinos, dominio del área y una elasticidad que descolocaba a los delanteros rivales. Entre 1983 y 1986 defendió el arco cruzado, luego fue cedido a Everton (1987) y Unión Española (1988), hasta regresar a Universidad Católica en 1989. Permanecería allí siete temporadas más, siendo figura indiscutida.
Su palmarés con la Franja es notable: campeón de Primera División en 1984 y 1987, Copa Chile en 1983, 1991 y 1995, Copa República 1983 y Copa Interamericana ante Saprissa. Además, fue elegido tres veces Mejor Arquero de Chile y cuatro veces fue el arquero menos batido del torneo. Un rendimiento sobresaliente que lo catapultó al escenario internacional.
El mejor de América
Su consagración llegó con la selección chilena. En la Copa América de 1991, disputada en nuestro país, Toledo fue pieza clave para que Chile alcanzara el tercer lugar. Su nivel fue tan alto que la prensa continental lo eligió Mejor Arquero de América y la FIFA lo ubicó entre los siete mejores del mundo.
Su presencia imponía respeto. Inspirado en el inglés Peter Shilton, usaba una camiseta Umbro de diseño rayado en negro y amarillo, que se convirtió en su sello visual. Pero más allá del estilo, lo que lo distinguía era su temple. En un amistoso ante Irlanda, su atajada con una sola mano tras un centro aéreo hizo que el público europeo se pusiera de pie para aplaudirlo.
Siempre profesional y reservado, Toledo prefería hablar en la cancha. Su constancia y sobriedad lo transformaron en referente de una generación y en orgullo para la UC, que veía a uno de los suyos defender con excelencia el arco de la Roja.
El adiós y el legado
En 1997, tras casi dos décadas de carrera, dejó Universidad Católica y fichó por Deportes Temuco, donde mantuvo su nivel y liderazgo. Luego defendió los colores de Santiago Wanderers (1998) y Coquimbo Unido (1999), clubes donde también dejó huella. Tras esa última temporada, colgó los guantes, cerrando una trayectoria marcada por la disciplina y el respeto.
Sin embargo, su historia con el fútbol no terminó ahí. En 2005 comenzó una nueva etapa como preparador de arqueros, inicialmente en Audax Italiano. Desde entonces, ha dedicado su experiencia a formar a las nuevas generaciones, transmitiendo la misma pasión que lo llevó a ser uno de los mejores en su posición.
Hoy continúa en labores formativas junto a otro histórico cruzado, Cristián Álvarez, guiando a los futbolistas del mañana.
A más de dos décadas de su retiro, el legado de Toledo sigue vigente. Fue un arquero adelantado a su tiempo, dueño de una técnica impecable y una serenidad que inspiraba confianza. Un jugador que nació mediocampista, pero encontró en el arco su destino: el de convertirse en uno de los grandes nombres del fútbol chileno.
Por Vicente Housset