Campeones 1949

Hasta 1949 Universidad Católica era un club de mitad de tabla, en la década había promediado el séptimo lugar. Si […]

Hasta 1949 Universidad Católica era un club de mitad de tabla, en la década había promediado el séptimo lugar. Si bien el resto de sus ramas iban en un ascenso exponencial, en el fútbol algo faltaba, a los equipos llamados grandes de ese entonces aún había que mirarlos de lejos. Pero ese año cambio la historia, fruto de un trabajo de años y, sobre todo, resultado de lo que fue una bomba para el fútbol nacional. 

La llegada del Charro

Un millón y medio de pesos costó el pase se José Manuel Moreno, una fortuna para la época, por lo que no es descabellado que se ponga en duda su contratación. Futbolísticamente hablando era incuestionable, lo que el astro argentino había logrado en River en la última década lo elevó a la condición de estrella mundial, pero la cantidad de dinero derrochada le valieron críticas a la directiva de la época.

Sensación y Riesgo titulaba su nota el periodista Antonino Vera, que en algún párrafo manifestaba que “Se combate la contratación de figuras que resultan demasiado onerosas al presupuesto de los clubes, porque así se compromete la estabilidad económica de ellos. (…) Pero si no ocurre nada anormal, pueden ir eliminándose esos riesgos. Un Moreno jugando a toda su capacidad actual, ha de ser la contratación más grande que haya tenido nuestro fútbol”. 71 años han pasado y a día de hoy da la impresión que ningún jugador que haya llegado en estas siete décadas se le acerca a Moreno en nivel e influencia.

Más ilusión que nunca: Arranque con clase

Todo comenzó con empate ante Iberia, en el que para Los Cruzados anotó Fernando Riera, parte importante del título el Tata, sobre todo en el inicio del campeonato. 

Pero, sin duda, la diferencia la marcaba el Charro. “El team de Universidad Católica ha adquirido una fisionomía distinta con la presencia de José M. Moreno”, comentaba José María Navasal en su crónica luego del triunfo cruzado ante Colo-Colo en la segunda fecha, aquel partido en que el astro se encontró por primera vez con las rede nacionales. 

Arco protegido

“Livingstone tuvo poco trabajo, pero cuando intervino lo hizo con claridad. No solamente atajó el penal de Ramos, sino que despejó, en el segundo tiempo, situaciones de mucho peligro, como esa en que golpea la pelota con el puño antes de que Abatte pueda rematar”, decía la crónica del clásico ante Universidad de Chile en que Católica venció por 4-1.

Sergio Roberto Livingstone debutó en Universidad Católica casi una década antes, el 8 de octubre de 1938. Para el ’49 ya había jugado en el extranjero y tenía disputadas cuatro Copa América con La Roja. Recién tenía 29 años, pero era contemplado como uno de los veteranos del plantel. El Sapo era sobrio, seguro y ágil. Nadie en el país ponía en duda su condición de ser el mejor guardavallas chileno.

 

Goleador Anónimo

“En el pasto no es un artista. Tiene otros recursos, acaso los más indispensables para su puesto: pique, shot y una mente despierta para buscar la colocación, para ejecutar el desplazamiento y buscar el camino hacía el objetivo (…) Son sus características. No tiene dominio de la pelota. No lo ha buscado. Su juego siempre ha sido de acción veloz, expeditiva…”, detallaba Carlos Guerrero en Estadio

A veces el hincha en injusto, pocas veces se ha visto a Raimundo Infante en los once históricos que arma la gente. Un fenómeno, en la cancha cumplía, fuera de ella se desempeñaba como arquitecto, pintor y profesor. Jugaba de nueve y 17 goles anotó en aquella campaña del ’49, en el Clásico Universitario de la primera rueda se inscribió con dos tantos. 

El trabajo de casa

Además, la atención de las divisiones inferiores da la pauta acerca del espíritu deportivo de un club. Cualquiera puede arrendar una oficina, poner una plancha en la puerta, pedir personería jurídica y comprar una docena de cracks. Pero la formación de siete u ocho conjuntos juveniles e infantiles y su atención constante es algo que sólo pueden realizar los que verdaderamente aman el deporte”, elogiaba José María Navasal luego del título. 

Por más que a muchos les sorprenda, el espíritu cruzado y el buen trabajo de divisiones inferiores no es algo nuevo en el club. Ya hace setenta años se destacaba por sobre el resto en ese aspecto, y, si bien en algún momento se perdió, la escuela futbolística que hoy pregona el club la ha mantenido por casi cuatro décadas.

Campeones

“Según el técnico (Alberto) Buccicardi, (antes del ’49) sólo faltaba mayor poder ofensivo. Había mucha juventud; se necesitaba un hombre experimentado dentro de la cancha que condujera y ordenara tanto ímpetu y vivacidad”, relata un extracto del libro “Por la Patria, Dios y la Universidad”, y parece que ese jugador había llegado. 

A veces el destino tiene esas cosas, a muchos les va a parecer obra del destino que esta primera estrella se haya definido ante Audax Italiano y con un triunfo por 2-1, cosas de la vida, similitudes. Pero así fue. El 27 de noviembre de 1949 en el Estadio Nacional ante 23.381 personas y con goles de Fernando Riera y Raimundo Infante llegó la consagración que cambió la historia para siempre. 

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